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“Embodiment es vivir dentro, estar presente en el espacio interno del cuerpo”

Judith Blackstone

Cuando era pequeño, bailaba cada vez que oía una canción pop pegadiza en la radio. Hay fotos en las que aparezco bailando, derrochando alegría y vitalidad. Sin embargo, en algún momento perdí la capacidad de bailar.

Si tuviera que adivinar qué pasó, diría que dejé de bailar cuando me sentí cohibida. Ya no me limitaba a ser; de repente, pasé a ser consciente de ser alguien con un cuerpo.

Así comenzó una larga y complicada relación con mi cuerpo. De adolescente, mis amigos y mi familia se burlaban de mí por ser inusualmente alto y desgarbado. Como joven que luchaba con mi identidad queer, cosificaba mi cuerpo; me avergonzaba de que se alejara tanto del ideal masculino percibido. Para empeorar las cosas, un día mis pulmones se colapsaron espontáneamente.

En el transcurso de unos dos años, estuve entrando y saliendo de los hospitales mientras los médicos se esforzaban por arreglar mis pulmones agujereados. Sometido a múltiples y dolorosas intervenciones quirúrgicas, experimenté mi cuerpo como una fuente de gran dolor emocional y físico.

La vida me planteó otros retos. Con el tiempo, llegué a la conclusión de que estar en un cuerpo en este mundo es inherentemente doloroso. Pensé que para encontrar la paz, tenía que liberarme del dolor. Para conseguirlo, mi mente tenía que separarse de la experiencia corporal.

Buscando una salida

A los veinte años, ya estaba cansado de la vida. Al sentirme alienado, me retiré a mi mundo interior de ideas y conceptos, donde podía entregarme a la fantasía y la filosofía a través de la lectura. La mayor parte del tiempo, no era más que una cabeza frente a una pantalla, navegando por Internet; apenas tenía la sensación de tener un cuerpo.

También intenté muchas cosas para minimizar mi exposición al dolor y al miedo. Evitar las interacciones sociales para eludir la posibilidad de experimentar la vergüenza era una estrategia habitual en mí. Tenía un miedo atroz a sentir emociones difíciles. Al ser una persona muy sensible, las emociones poderosas como la vergüenza me apagaban y me dejaban incapacitada.

Más tarde, me embarqué en un viaje espiritual y me sentí atraído por las enseñanzas que prometían el fin del sufrimiento. Me dediqué a la meditación y me sentí algo aliviado por una creciente sensación de desapego. Pensé que era una señal de progreso, pero en realidad me estaba volviendo más apático. Cada vez me costaba más comprometerme con la vida y con los demás.

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Recuperar la autenticidad y la vitalidad

Al vivir dentro de mi cabeza, me convertí en un observador de la vida, como un antropólogo de sillón. Claro que participaba en las actividades que la sociedad esperaba de mí, pero siempre lo hacía a distancia.

Todos venimos a este mundo como conciencia encarnada. Con nuestro cuerpo nos experimentamos a nosotros mismos y entramos en contacto con nuestro entorno: nos movemos, nos comunicamos, nos relacionamos y creamos mundos. Experimentamos los colores, las melodías, las temperaturas, las pulsaciones y las texturas del mundo. Y es a través de nuestro cuerpo como sentimos la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el confort y el amor. Al saborear esta mezcla de sensaciones, también descubrimos y sacamos a relucir nuestra expresión única en el mundo.

Vivir con sensaciones y sentimientos limitados es como experimentar el mundo en una sola dimensión. Por eso, el trabajo que tuve que hacer para reencontrarme a mí misma implicó volver a casa, a mi cuerpo.

En un mundo que a veces intenta borrar o suprimir nuestra expresión corporal y auténtica, volver a casa con nosotros mismos requiere valor y mucho apoyo. Al reclamar nuestro cuerpo, podemos redescubrir un sentido de pertenencia en nosotros mismos y en este mundo.

Cinco maneras de empezar a volver a casa con tu cuerpo

Hay muchos enfoques que pueden ayudarnos a volver a casa con nuestro cuerpo y sentirnos más vivos. Si has sufrido un trauma profundo, busca un profesional somático capacitado que pueda trabajar contigo. Aquí, sólo compartiré algunas cosas sencillas que puedes intentar hacer más para estar un poco más encarnado. Asegúrate de escuchar a tu cuerpo para discernir si estas actividades son adecuadas para ti.

Respirar profundamente.

Una respiración adecuada es esencial para estar más encarnado.

Aprendí de un trabajador corporal que no respiraba completamente la mayor parte del tiempo. Mi práctica zen me enseñó a respirar en el vientre, pero ahora no respiraba mucho en el pecho.

Para respirar con más plenitud, inspira profundamente, llenando el espacio del abdomen como si echaras agua en una jarra. El aire sube al pecho como el agua sube a una jarra. Al espirar, el aire sale del pecho y del vientre.

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Toca la tierra.

Hace poco, mi profesor de pintura se ofreció a enseñarme a cultivar un jardín. Hay algo muy curativo en tocar la tierra con las manos. Cuando tocamos la tierra, conectamos con nuestro cuerpo mayor, lo que nos ayuda a reconocer nuestro pequeño cuerpo individual.

Hoy en día, muchos de nosotros, incluido yo mismo, nos pasamos el día sentados delante de un ordenador. Por eso creo que es importante encontrar actividades en las que podamos tocar la tierra. Recuerdo que la primera vez que caminé por una playa con los pies descalzos, pensé: “¡Vaya! Realmente puedo sentir mis piernas y mis pies… Me siento tan viva”.

Nutrirse con alimentos de calidad.

Uno de los sanadores con los que trabajé me enseñó que lo que comemos tiene enormes efectos en nuestro sistema psicosomático a múltiples niveles. No soy una especialista en esta área, pero desde mi experiencia, cambiar a una dieta más saludable fue un cambio de juego.

No se trata sólo de lo que comemos, sino también de cómo lo hacemos. Al expresar gratitud por lo que estoy comiendo, y saborear las deliciosas sensaciones en mi lengua, celebro la experiencia de estar encarnado.

Muévete libremente.

A través de la práctica, soy cada vez más consciente de cómo habito mi cuerpo en función de la forma en que respondo a mi entorno. Puede que me apoye para ganarme el respeto o que camine a paso ligero para seguir el ritmo del ajetreo. Darnos espacio durante el día para movernos más libremente, de forma no forzada, puede ayudarnos a descubrir una autenticidad que parece fluir con la naturaleza.

Haz arte.

Cuando reflexiono sobre los momentos en los que me he sentido más vivo, muchos de esos momentos implicaban expresarme a través del arte.

Ya sea pintando, esculpiendo, tocando un instrumento o bailando, involucramos todo nuestro ser en el proceso de hacer arte. No es un mero ejercicio intelectual, sino un compromiso visceral de nuestra alma con el mundo físico. Al hacer arte, permitimos que nuestro cuerpo exprese su sabiduría, una sabiduría que nos conmueve al tocar la belleza que hay en nuestro interior.

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