Parece que vivimos en tiempos difíciles. En mi parte del mundo, hemos experimentado recientemente el fallecimiento de nuestra amada reina, la renuncia de dos primeros ministros, y los efectos continuos de una recesión económica mundial. Mucho por lo que preocuparse, ¿verdad?
Es cierto, pero sólo desde un punto de vista humano limitado. Desde la perspectiva espiritual, no tenemos que preocuparnos por lo que pueda traer el mañana, porque podemos confiar en Dios, en la Fuente, en el Espíritu, en la Divinidad para que nos apoye y nos guíe, y para que orqueste positivamente las cosas en nuestro favor.
Como cristiano, tengo fe en que el Todopoderoso me respalda en todo momento. En el Nuevo Testamento de la Biblia, Jesucristo deja muy claro por qué no debemos preocuparnos por lo que nos espera. En Mateo 6 dice:
“Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni almacenan en graneros, y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho más valiosos que ellas? ¿Puede alguno de vosotros, preocupándose, añadir una sola hora a su vida? ¿Y por qué os preocupáis por la ropa? Mirad cómo crecen las flores del campo. No se afanan ni hilan… Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana se preocupará por sí mismo. Cada día tiene suficientes problemas por sí mismo”.
Como vidente profesional, muchos clientes me consultan porque están temerosos o ansiosos por lo que sucederá o no en su futuro. Preocuparse por el futuro es, por supuesto, comprensible, pero hay razones tanto espirituales como prácticas por las que es mejor no hacerlo:
La preocupación nunca le quita al mañana su pena, sólo le quita al hoy su alegría ~ Leo Buscaglia
Mantener una actitud positiva
Cuanto más positiva sea nuestra actitud, más resultados positivos atraeremos. A nivel práctico, la gente se siente más atraída por nosotros, en lugar de repelida, si tenemos una actitud positiva, en lugar de arrastrarlos con la negatividad. Esto abre muchas puertas y crea nuevas oportunidades.
Miedo infundado
A veces nos preocupamos tanto por algo que realmente sucede. Lo que creemos y en lo que nos enfocamos constantemente se convierte en nuestra realidad. Nuestra capacidad energética para manifestar está siempre en funcionamiento, para bien o para mal. Los resultados que manifestamos dependen principalmente de nuestra mentalidad, pensamientos y creencias.
Además, cuando un acontecimiento tan temido ocurre realmente en nuestras vidas, a menudo no es tan desastroso o terrible como esperábamos que fuera. Entonces, ¿qué sentido tiene preocuparse por cosas que a menudo son menos malas en la realidad que lo que nuestra imaginación nos dice que serán?
Estar presente
Cuando gastamos innecesariamente tiempo y energía preocupándonos, nos perdemos muchas otras bendiciones en nuestras vidas.
Por ejemplo, en lugar de agonizar por no poder pagar la matrícula universitaria de tus hijos algún día, céntrate en verlos crecer y disfrutar realmente de cada etapa de su desarrollo. No se pierda algunos de los años más preciosos de la vida de sus hijos.
Esto no significa que no deba planificar el futuro, ya que cuanto más haga para ser proactivo, mejor. Pero ser proactivo no es lo mismo que preocuparse por algo. De hecho, cuando alguien se preocupa obsesivamente por algo es porque no está siendo proactivo. Y hacerlo puede quitarle la alegría a la vida.
En resumen, preocuparse demasiado por el futuro no nos ayuda a disfrutar del momento presente tanto como deberíamos como seres espirituales con forma humana.
Aumento de la concentración
No podemos concentrarnos eficazmente en ninguna tarea ni ser productivos si estamos constantemente preocupados por cosas. Sencillamente, no podemos. Nuestros pensamientos de preocupación se interponen en nuestras tareas diarias, y eso no nos lleva a ninguna parte.
No dejes que los pensamientos temerosos sobre tu futuro invadan tu vida diaria. Serás más productivo, desarrollarás una verdadera sensación de claridad, te sentirás mucho más en control de tu vida, ¡y también la disfrutarás mucho más!
Mejora de la toma de decisiones
A menudo posponemos la toma de decisiones por miedo a equivocarnos. Pero la verdad es que si posponemos la toma de decisiones afecta a nuestra vida en un sentido negativo. En última instancia, debemos tomar decisiones para provocar un cambio y un crecimiento positivo en nuestras vidas, o nos quedaremos estancados y no habrá progreso.
Hay momentos en nuestra vida en los que simplemente debemos dar ese salto de fe e ir con lo que nos dice nuestro instinto. Al final nos llevará a tener menos estrés y preocupaciones, y atraeremos un futuro mejor.
Sentirse seguro
Cuando abandonamos nuestra mentalidad ansiosa y ponemos nuestra fe en Dios, en la Fuente, en el Espíritu, en el Universo para satisfacer nuestras necesidades, mientras tomamos medidas proactivas nosotros mismos para lograrlo, nos empoderamos y desarrollamos un sentido más fuerte de seguridad y confianza. A su vez, esta sensación de fuerza interior se extiende a otras áreas de nuestra vida, creando alegría, armonía y felicidad.