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9 lecciones que se aprenden al ser criado por una mujer fuerte

La relación que mantenemos con nuestra madre nos convierte en la persona que llegamos a ser a lo largo de nuestra vida. Para quienes fuimos criados por una madre fuerte, su influencia nos ayudó a crecer en más de un sentido.

Al crecer, siempre supe que mi madre estaba cortada por un patrón diferente. Siempre ha sido fuerte y nunca se ha echado atrás ante nada. Por cada obstáculo que la vida le ponía, ella siempre recibía el último golpe. En su momento, no siempre aprecié su fuerza. La admiraba, pero como niña, ese tipo de fuerza puede ser intimidante. “¿Seré capaz de ocupar ese lugar?”, te preguntarás. Me alegra decir que, aunque nadie será nunca la mujer que es mi madre, su influencia me ayudó a convertirme en quien soy hoy.

Aquí hay 9 lecciones que aprendes al ser criado por una mujer fuerte.

Defiende siempre lo que crees.

Mi madre era y es siempre la persona que dice lo que siente, aunque no sea la opinión popular. Recuerdo estar en la iglesia y que mi madre se levantara durante la escuela dominical y les dijera a las personas que la dirigían que tenían que ponerse las pilas. Todos en el grupo de la escuela dominical la miraron como si estuviera loca; en realidad, ella estaba tratando de decirles que necesitaban practicar lo que predicaban, literalmente.

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Nunca toleres la falta de respeto.

A lo largo de mi vida, vi que a mi madre le faltaban el respeto ocasionalmente. Pero les aseguro que ella no se lo tomaba a mal. Siempre exigía respeto, y si no lo recibía, no se quedaba para que la trataran como basura.

Cuestiona siempre todo.

Puede que no sea la postura más popular, pero mi madre siempre me animó a cuestionarlo todo. En la escuela, a menudo me metía en problemas por hacer preguntas a mis profesores, directores, etc., y cuando lo hacía -siempre que fuera respetuoso- mi madre siempre me defendía. Que quede claro: mi madre NUNCA me permitiría faltar el respeto a nadie. Sin embargo, sí me enseñó a no seguir nunca ciegamente a nadie.

Nunca dejes de intentarlo.

Cada vez que un obstáculo derribaba a mi madre, se levantaba y lo volvía a intentar. Cada obstáculo que pretendía romperla sólo la hacía más fuerte. Y le pido a Dios que siempre siga sus pasos.

Nunca te vuelvas dependiente de nadie.

Está bien bajar la guardia y amar, pero siempre, siempre, ten el plan para salvarte si debes hacerlo. Mi madre siempre sabía cuál era su próximo movimiento, y se hizo algo por sí misma sin mucha orientación sobre cómo hacerlo.

Elige siempre la bondad.

Pase lo que pase, mi madre siempre es amable con los demás a menos que le den una razón para no serlo. Se desvivía por hacer algo bueno por otra persona. Siempre era considerada y siempre ofrecía su tiempo para hacer lo correcto cuando otros no lo hacían.

Defiende a los que no pueden defenderse.

Cuando estaba en la escuela, recuerdo a un niño que tenía una discapacidad de desarrollo y que le pegaban. Ningún profesor hizo nada al respecto, porque todos eran amigos de los padres del acosador. Mi madre me animó a que le defendiera si volvía a presenciarlo. Y lo hice. Los matones siguieron dando patadas al chico en el brazo y en la ingle, y yo hice lo mismo con los matones cuando pasaron por allí. La profesora empezó a reñirme, a pesar de que yo estaba defendiendo a ese niño. Sucedió que mi madre estaba caminando para recogerme de la escuela, y ella fue testigo de casi todo – incluyendo la maestra diciéndome que NUNCA debía meterse en medio de donde no debía. Mi madre le dijo a la profesora que SIEMPRE podía defender a los niños que estaban siendo acosados. Digan lo que quieran, pero esa lección siempre se me ha quedado grabada.

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Trata a la gente como quieres que te traten a ti.

La regla de oro era algo muy importante en nuestra casa. Recuerdo que me quejaba porque quería tratar a la gente como me trataban a mí, pero mi madre tenía razón. Nunca debes comprometer tus valores personales porque otras personas sean imbéciles.

Nunca cedas en tus creencias para impresionar a los demás.

Por encima de todo, no importa cuántas críticas reciba mi madre, ella nunca cede en sus creencias. Siempre defiende lo que sabe en su corazón. Y gracias a Dios por ello.

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