La inteligencia no es sólo las habilidades matemáticas, el ajedrez y el cuadro de honor, también hay algo muy importante que cada vez se discute más. Este tema se conoce como inteligencia emocional, y si quieres criar a un niño feliz y exitoso, quieres entender cómo cultivar la inteligencia emocional.
Como padre, mi objetivo es criar a mi hijo para que sea un actor importante en la próxima generación. Quiero dar a mi hijo todas las herramientas necesarias para que florezca en el mundo. En su nuevo libro “El niño emocionalmente inteligente: Effective Strategies for Parenting Self-Aware, Cooperative and Well-Balanced Kids”, Rachael Katz y Helen Shwe Hadani hablan de 9 hábitos importantes para criar a niños emocionalmente inteligentes.
Las investigaciones apoyan al dúo de escritores, demostrando que una mayor inteligencia emocional conlleva una mayor probabilidad de llevar una vida más exitosa. Si aún no lo has hecho, consulta su libro. A continuación, un resumen del libro en forma de lista de hábitos que desglosaron para Inc.com.
Busca la desconexión.
Puede parecer obvio, pero los niños no están al mismo nivel que nosotros. Cuando les explicas las cosas y parece que no las entienden, lo más probable es que no las comprendan. Al fin y al cabo, su desarrollo no está al día. En lugar de frustrarte, aprovecha esta oportunidad para ponerte a su nivel y ayudarles a aprender.
Comunícate a través del juego.
Para un niño, jugar no es sólo jugar. Durante el juego, los niños aprenden valiosas habilidades. Para ponerse a su nivel, incorpore la comunicación al juego. Katz sugiere utilizar marionetas.
Modele el pensamiento en voz alta.
Puede parecer extraño, pero una buena manera de ayudar a su hijo a ser más consciente de sí mismo es pensar en voz alta. Diga lo que está haciendo mientras lo hace. Explique a su hijo su proceso de pensamiento. Hágale partícipe haciéndole preguntas que le hagan reflexionar sobre sus pensamientos.
Plantee las semillas de la autocompasión.
Según Katz, “Aquí se habla en voz alta y se dice, o se puede decir a los niños, que a veces me digo a mí mismo que no estoy bien. Y entonces, puedes preguntar: ‘¿A ti también te pasa eso? ¿Tu voz interior te dice alguna vez un mensaje como que no estás bien?
Cuando los niños aprenden eso, se emocionan mucho. Se mueren por contarte lo que dice su voz interior”.
Darse cuenta de la desconexión entre el lenguaje corporal y el discurso.
Hadani explica que, desde muy temprano, los niños aprenden a leer nuestro lenguaje corporal. Lo hacen para entender cómo nos sentimos/qué pensamos, para poder comunicarse con nosotros, incluso sin palabras. A medida que crecen, pueden acabar confundidos porque nuestro comportamiento no siempre coincide con nuestras palabras. Hadani dice: “Una gran parte del aprendizaje emocional es aprender a leer que alguien es más que las palabras que dice.”
Hablar de las emociones en voz alta.
En muchas familias, las emociones se esconden bajo la alfombra. Sin embargo, esconder las emociones bajo la alfombra es robarle a su hijo lecciones muy valiosas (y posiblemente su salud mental). En su lugar, hable de las emociones. Si notas que alguien está molesto, coméntalo con tu hijo. Si te sientes triste, háblalo. Haz que cada emoción (dentro de lo razonable) sea una oportunidad de aprendizaje.
Pregunte en lugar de decir.
Lo mismo ocurre con los adultos que con los niños: cuando usted permite la participación en la planificación de la acción, es mucho más probable que ellos quieran participar. Así pues, pida la opinión de su hijo sobre cómo planificar la realización de determinadas tareas. Por ejemplo, Katz dice que puede decir: “Oye, estamos a punto de salir de casa para ir al colegio. ¿Estás preparado para ello? ¿Cómo va a ser? ¿Qué vas a hacer primero?”. Cuando les preguntas, tienen tiempo para planificar y articular su plan.
Acepte el cambio emocional.
Como especie, ponemos mucho énfasis en mantenernos felices, ignorando un tema difícil: la felicidad no es un estado constante y nuestros estados de ánimo siempre están cambiando. Eso no es malo, es algo normal. En lugar de temer un cambio en los estados emocionales, reconócelos y haz que tu hijo se comprometa a hacer lo mismo. Pregúntales por su estado de ánimo momento a momento.
Intenta no juzgar.
Por último, dicen, si quieres “construir la arquitectura de la inteligencia emocional”, que evites avergonzar, culpar o criticar. No existe la perfección.