Ser padre es un trabajo que a veces pone a prueba tu paciencia más que cualquier otra cosa que te propongas hacer en tu vida. Y a veces, puede preguntarse de dónde sacará la paciencia para hacer el trabajo y moverse por la vida.
No siempre es fácil. Pero es posible convertirse en un padre más paciente. En realidad, es más que posible. Con la mentalidad correcta, la comprensión adecuada y el enfoque correcto, puedes convertirte en un superhéroe paciente en la vida de tu hijo.
No es de extrañar que los padres digan que les cuesta ser pacientes. Después de la decimoctava vez que tu hijo te pregunta si puede coger el juguete que acabas de guardar, o después de la trigésima vez que te hace la misma pregunta después de que la hayas respondido una vez más, ser padre puede ser bastante desencadenante. Sin embargo, a pesar de ello y de que no es posible ser perfecto, es importante perfeccionar tus habilidades de paciencia para ser el mejor padre posible. Aquí hay 8 maneras de ser un padre más paciente.
Entiende tus desencadenantes.
Presta atención a lo que más te desencadena como padre. ¿Le resulta más fácil desencadenarse cuando hay muchas cosas sucediendo a la vez (se sobreestimula)? ¿Se desencadena al tener que repetirse? ¿O es sobre todo durante las horas de la mañana cuando acabas estallando? Sean cuales sean tus desencadenantes, identifícalos y luego entiende cómo prepararte para ellos.
Observa cómo respondes a tu hijo.
¿Cómo respondes cuando te desencadenan? ¿Empieza a temblar y a aumentar su ritmo cardíaco? ¿Sientes el impulso de gritar? Identifica cómo respondes y pregúntate cuál es la mejor respuesta. Intenta poner en práctica mejores respuestas de cara al futuro.
Cambia tu tono.
Muchas veces, nuestra primera respuesta es querer gritar cuando nuestra paciencia se agota. Incluso es más fácil olvidar que cuando tu hijo te está provocando, probablemente necesita que le respondas con suavidad más que nunca. Por eso es importante controlar el tono. Si empiezas a gritar, es muy probable que sólo alimentes su frenesí, lo que a su vez, sólo agravará la situación.
Crea una práctica para calmarte.
Prepárate para los momentos intensos en los que quieras estallar teniendo un plan para calmarte. Puede ser ir al baño, cerrar la puerta y respirar. Puede ser contar hasta diez en tu mente mientras respiras con atención. O bien, puede ser salpicarse la cara con agua. Sea lo que sea, téngalo en cuenta y utilícelo.
Intenta redirigir.
A veces, lo mejor que puedes hacer es redirigir a tu hijo cuando está poniendo a prueba tu paciencia. Por ejemplo, si tu hijo te ha hecho 30 veces la misma pregunta, dale un juguete que le guste y pregúntale sobre él. O dale una hoja de papel y siéntate a colorear con él. Los niños pequeños son muy fáciles de distraer y redirigir, lo que te facilitará la tarea de calmarte.
Practica la atención plena.
La atención plena lo es todo. Cuando empieces a sentirte abrumada, vuelve a centrarte en el momento. Recuérdate a ti mismo que debes centrarte en el momento que estás viviendo. Recuerda que estás trabajando con un pequeño ser humano que necesita tu compasión. Y recuérdate que, por muy frustrado que estés, esto también pasará.
Anótalo.
Cuando manejes una situación mejor o peor de lo que esperas, anota lo que pasó. Anota lo que ha pasado. Anota cómo te sentiste y anota lo que hiciste. Luego, escribe tus reflexiones y cómo podrías haberlo hecho mejor o peor.
Tómate tiempo para el autocuidado.
Por encima de todo, NO permitas que te agotes. Incluso si eso significa tomarse un tiempo sólo para ti para el autocuidado, encuentra la manera de tomarlo. No puedes servir de una taza vacía.