Cada uno de nosotros es un mensajero con quien sea que estemos hablando. Esto es un gran regalo, tanto para esa persona e incluso más para nosotros. Mientras más seamos capaces de canalizar la Luz del Creador a la vida de alguien más, más iluminados serán nuestros caminos en nuestros propios bosques.
Desafortunadamente, muchas veces entorpecemos nuestro propio camino. Olvidamos, o no nos damos cuenta de que somos el mensajero, y no el mensaje. Cuando esto ocurre, tendemos a recibir los mensajes incorrectos e ir por mal camino.
La clave es sacarnos a nosotros mismos de la película cuando estemos escuchando y ayudando a otros.
Karen Berg