La gente a menudo habla del karma como si fuera alguna forma de castigo divino o retribución que eventualmente será visitada por aquellos que les han hecho daño. Dejar que el karma “se encargue de ello” es una reconfortante seguridad de que podemos ser recompensados por ser la “persona más grande” en situaciones injustas. Y, ciertamente, siempre es aconsejable hacer lo correcto cuando los demás son mezquinos o se comportan mal.
Pero esto no es karma.
El universo no se dedica a repartir “castigos kármicos”, porque no se nos juzga como “buenos” o “malos” por nuestras elecciones y acciones. Todas nuestras elecciones y acciones tienen valor y nos enseñan lecciones. Entonces, ¿por qué sería necesario un sistema universal de castigo? ¿O de recompensa?
Esto no quiere decir que el karma no exista. Al contrario, podemos ver el karma en acción todo el tiempo en la vida cotidiana, hasta en las cosas más mundanas que elegimos hacer. Sin embargo, el karma no es una fuerza de cálculo, sino la causa y el efecto de la energía, que es una ley universal.
Cuando vivimos una vida centrada en el corazón, haciendo buenas acciones y siendo amables con nosotros mismos y con los demás, nos sentimos alegres, felices, realizados y en paz. Prosperamos en el vibrante flujo de energía positiva. Por otro lado, cuando vivimos una vida sin corazón, hacemos cosas que son erróneas, destructivas y malas, y somos poco amables o crueles con nosotros mismos y con los demás, nos sentiremos miserables, desesperanzados, insatisfechos, deprimidos. Sufrimos en el lodo espeso de la energía negativa.
Esta es la naturaleza del karma energético. Cuando emanamos y fluimos energía que es buena, nos sentimos bien. Pero cuando exudamos energía que es mala o maligna, sufrimos.
El universo no tiene deudas. Siempre te devuelve lo que le has dado ~ Drishti Bablani
Pero ¿qué pasa con todas esas personas que parecen no tener conciencia, integridad o brújula moral, que hacen cosas terribles con impunidad? No sólo se salen con la suya, sino que muchos de ellos parecen ser recompensados por el daño que causan. ¿No hay equidad ni justicia en el universo?
La verdad es que la energía kármica no es algo que veamos necesariamente en acción. El karma es la consecuencia energética de las acciones y elecciones de las personas. Puede parecernos que alguien se está “saliendo con la suya” con sus fechorías o su comportamiento cruel porque no podemos ver o sentir las verdaderas consecuencias que están sufriendo en realidad.
El karma se manifiesta de muchas formas distintas según las personas. Por ejemplo, se manifiesta en la vida de muchas personas como aislamiento, soledad, falta de amor y pertenencia, que son algunos de los aspectos más satisfactorios de la vida humana.
La realidad es que ser cruel, codicioso, egoísta o poco amable nunca sienta bien. Puede parecer que alguien no está afectado porque no vemos ningún signo externo de su sufrimiento, pero la realidad es que, de alguna manera, es visitado por la misma energía negativa que emite al mundo.
Nunca podemos saber lo que realmente está pasando dentro de otra persona, emocional, mental o energéticamente, especialmente si no quieren que lo sepamos. Por lo general, la gente sólo muestra las mejores partes de su vida. Rara vez conocemos las verdaderas luchas internas de los demás.
En lugar de ser un vengador o un atormentador, el karma es un maestro. Nos muestra dónde tenemos que hacer cambios en nuestras vidas para alcanzar mayor alegría, armonía y plenitud. Las consecuencias kármicas negativas se manifiestan para obligarnos a ver lo que necesitamos cambiar, sanar o superar. Este es el verdadero propósito del karma. El karma busca guiarnos y redirigirnos. Nos apunta en la dirección de nuestro mejor yo y del bien más elevado.
El karma se mueve en dos direcciones. Si actuamos virtuosamente, la semilla que plantamos resultará en felicidad. Si no actuamos virtuosamente, el resultado es el sufrimiento ~ Sakyong Mipham
Todos nacemos con libre albedrío. Podemos elegir aceptar las lecciones kármicas de nuestra vida o resistirnos a ellas. Si nos resistimos, normalmente nos vuelven a visitar nuevas versiones intensificadas de las mismas lecciones kármicas, hasta que finalmente captamos el mensaje y elegimos integrarlo en la evolución de nuestra alma.
Así pues, el verdadero karma es un proceso personal y privado. A veces podemos ver muy claramente el karma con el que está lidiando otra persona, pero nunca podremos comprender realmente toda su profundidad. Tampoco nos ayuda juzgar a los demás por su camino, ¡porque al juzgar a los demás sólo creamos energía negativa y mal karma para nosotros mismos!
En última instancia, lo que más nos conviene es confiar en la sabiduría eterna y en el plan divino del universo. En lugar de desear “venganza” kármica a los demás, deberíamos centrarnos en limpiar nuestro propio karma.
Confía en que cada uno tiene sus propias luchas y lecciones que superar, y recuerda que el crecimiento es una elección. Céntrate en regar el jardín de tu propia alma para que florezcan tus propias bendiciones, en lugar de preocuparte por las elecciones kármicas de los demás.