
Estaba sentada en mi auto junto a la playa, sintiendo el viento helado que soplaba con fuerza mientras una frente fría se instalaba. De pronto, mi corazón se conectó con algo profundo, algo antiguo. Me llegó un nombre: Tana-a-hu-ka-ha-nu-a-ua-ra. Lo escribo tal como lo recibí, con cuidado, como si estuviera descifrando un susurro del pasado. Era uno de los Antiguos, un ser que se apareció ante mí.
Era imponente, altísimo, con piel rojiza que parecía brillar y un cabello largo, de un rojo cobrizo que ondeaba como si tuviera vida propia. Su rostro me recordaba a los pueblos polinesios. No era la primera vez que los veía. Ya los había encontrado en Mauricio, como conté en mi libro sobre África, donde construyeron pirámides y sistemas de canales que los franceses descubrieron al colonizar las islas. Los he sentido en tantas partes del mundo, incluso aquí, en Sudáfrica. Son almas antiguas, guardianes que juraron no abandonar la Tierra hasta que la Nueva Tierra y la Nueva Edad Dorada estén plenamente establecidas, ancladas en la luz pura de un nuevo amanecer.
Este ser me mostró cómo era el paisaje en un tiempo remoto, cuando la Antártida, las islas del océano Índico, la costa oeste de Australia y Nueva Zelanda aún formaban parte de África. Luego, con una claridad que me estremeció, me reveló los volcanes. No solo los que conocemos en la superficie, sino los que duermen bajo los mares, incluso en la Antártida. Volcanes que ni siquiera sospechamos que existen.
“Todos comenzarán a despertar ahora”, me dijo con una voz que resonaba como un eco del tiempo. “En algunos lugares, los océanos parecerán hervir cuando los volcanes submarinos erupten. Habrá terremotos, maremotos, grietas en la tierra, agujeros que se abrirán de repente”.
Y mientras mi mente intentaba abarcar esas imágenes, me explicó que esto es un proceso alquímico. La Vieja Tierra está transformándose, fundiéndose en una Nueva Tierra mucho más vasta. A veces, sentiremos que dos Tierras coexisten, como si estuviéramos parados en el borde de dos mundos. Esas erupciones, esas sacudidas, son necesarias. La matriz antigua ya se desvaneció por completo, y ahora todo lo viejo debe transmutarse, purificarse, transformarse. Igual que nosotros.
No hay nada que temer. Esto es una limpieza, un renacimiento. La Tierra solo refleja lo que sucede dentro de nosotros, en el alma colectiva que también está sanando.
Entonces, me mostró la Nueva Tierra. ¡Qué visión! En la fusión de estas dos Tierras, vi nuevos continentes, mares de un azul aguamarina tan puro que parecía un sueño, y colores dorados etéreos que nunca hemos visto. Todo vibraba con vida. Las formas de vida, todas, prosperaban en paz, en armonía.
No diré más por ahora. Necesito asimilar lo que vi, porque hubo mucho más. Es una vida completamente nueva emergiendo en la Nueva Tierra.
Así que no te sorprendas cuando todo comience a suceder. El Plan Divino está en marcha, y muchas almas ya están vibrando en la séptima dimensión, incluso adelantándose al tiempo previsto. Son quienes ya dejaron atrás lo viejo y están abriendo el camino.
Abrázalo todo con amor. No te aferres a nada.
Todo se está intensificando, pero este es el momento de los milagros. Ya están ocurriendo, aunque muchos aún no puedan verlos.
¡Y así es!
Por Judith Kusel
http://wwe.judithkusel.com
Soy Espiritual, guía espiritual y terapeuta holística con años de experiencia en meditación, reiki, astrología y coaching, dedicada a ayudar a las personas a conectar con su esencia, sanar bloqueos emocionales y encontrar propósito. A través de soyespiritual.com, ofrezco herramientas como meditaciones, rituales y reflexiones para inspirar un camino de autoconocimiento, amor y plenitud, recordando a cada individuo que la paz y la alegría están dentro de ellos. Cursos Espirituales para el despertar de la consciencia.