A menudo nos quedamos tan atrapados en los aspectos técnicos de la adivinación, en las definiciones de libros de texto de nuestros métodos y herramientas, y en la búsqueda intelectual de la sabiduría espiritual y el conocimiento esotérico recogido de los eruditos, maestros y gurús, que nos olvidamos de emplear la más básica de todas las técnicas: nuestra propia conciencia y la observación de los signos y sincronidades en nuestro entorno.
Ahora bien, no estoy cuestionando el aprendizaje de libros y cosas similares. El estudio de nuestro oficio metafísico es un andamiaje necesario sobre el que construir una práctica sólida. Se necesitan muchos años para que el aprendiz se convierta en un experto. Y después de mucha práctica, el adivino encuentra un paso cómodo, con su voz única y su estilo de práctica que es buscado por los clientes que resuenan con sus habilidades únicas.
Cuanto más practicamos las artes esotéricas, más intuitivos y afinados nos volvemos, y se produce una maravillosa mezcla entre la conciencia del cerebro derecho y la del izquierdo. Así es como transmitimos cada vez más mensajes y verdades poderosas a nuestros clientes. Por eso es muy importante tener la formación básica y las habilidades y la experiencia vital necesarias para ofrecer un asesoramiento y una orientación sólidos.
Pero, también es extremadamente importante ser consciente y prestar atención a nuestro entorno en todo momento. No todos los momentos de una lectura pueden ser siempre una profunda verdad canalizada para el cliente. A veces los mensajes vienen en tonos mucho más sutiles que debemos sintonizar para apreciar su significado.
Algo tan simple como la luz del sol que atraviesa una nube en el momento en que se formula una pregunta, o la repentina risa parpadeante de un vecino, pueden hacer llegar al adivino una mayor conciencia de su entorno.
Recientemente, durante una llamada con un cliente, hubo una distorsión de zumbido en su extremo. Sonó como un relámpago concentrado, e instantáneamente las imágenes inundaron el ojo de mi mente de un “monstruo de Frankenstein” electrificado y cobrando vida. Ese día había una luna de Escorpio y había desesperación en la energía de la clienta, pero entonces supe que una poderosa transformación y renacimiento estaban en camino. Enseguida supe hacia dónde dirigir mi atención, el ruido del otro lado enfocaba mi conciencia psíquica. Y resultó ser eficaz y precisa, añadiendo color a lo que ya estaba en su carta en el momento en que llamó por teléfono.
En otra ocasión reciente, mi hija tenía una entrevista importante. Mientras estaba ocupada dibujando algunas cartas para ella, escuché un fuerte batir de alas. Un pájaro muy singular se había posado en el alféizar de mi ventana. Estaba orientado hacia el este, e instantes después se alejó también en esa dirección, simbolizando la esperanza, un nuevo comienzo, un nuevo inicio.
El momento me pareció poderoso, como si el propio dios griego Zeus hubiera enviado un mensajero alado en forma de Hermes. La oportunidad que mi hija esperaba no tardó en llegar, velozmente como si tuviera alas, y dio la casualidad de que se trataba de un viaje.
Estos son sólo dos ejemplos de por qué siempre tengo en cuenta las señales ambientales y las sincronizaciones en cada lectura, y todavía no me ha defraudado.